- El ser humano, antes de pensar respecto de su origen o destino, se encuentra en una determinada situación vital. Situación que no ha elegido. Así, nace sumergido en un mundo natural y también social, plagado de agresiones físicas y mentales que registra como dolor y sufrimiento. Consecuentemente, se moviliza tratando de superar el dolor y el sufrimiento.
- En este mundo, nace cada ser humano. Un mundo en que el propio cuerpo es parte de la naturaleza y un mundo no natural, sino social e histórico. Es decir, un mundo de producción (de objetos, de signos), netamente humano, un mundo humano en el cual todo lo producido está cargado de significación, de intención, de para qué. Y esa intención es, en última instancia: superar el dolor y el sufrimiento.
- La historia de la humanidad: de su economía, de su política, de su ciencia, de su arte; es la historia de la lucha contra el dolor y el sufrimiento. Y es esa lucha, el motor del progreso humano.
- Con su característica ampliación del horizonte temporal, el ser humano puede diferir respuestas, elegir entre situaciones y planificar su futuro. Y es esa libertad la que le permite negarse a sí mismo, negar aspectos del cuerpo, negarlo completamente (como en el suicidio), o negar a otros. Esta libertad ha permitido que algunos se apropien ilegítimamente del todo social. Allí está la esencia de la discriminación, siendo su metodología la violencia física, económica, racial y religiosa. La violencia puede instaurarse y perpetuarse gracias la manejo del aparato de regulación y de control social, esto es: el Estado.
- Necesariamente, aquellos que han reducido la humanidad de otros han provocado con eso, nuevo dolor y sufrimiento. Por esto, humanizarse es salir de la objetivación (de las condiciones objetivas) para afirmar la intencionalidad humana.
- Es sin duda, el futuro, el tiempo que prima en el quehacer humano, el que modifica al presente y el que posibilita toda revolución y todo cambio. Por consiguiente, no basta con la presión de condiciones objetivas oprimentes para que se ponga en marcha el cambio, sino que es necesario advertir que tal cambio es posible y depende de la acción humana.
- Esta lucha no es entre fuerzas mecánicas. No es un reflejo natural. Es una lucha entre intenciones humanas. Y es esto, precisamente, lo que nos permite hablar de opresores y oprimidos; de justos e injustos; de héroes y cobardes.
Esto es lo único que permite rescatar la subjetividad personal y es lo único que permite practicar con sentido, la solidaridad social y el compromiso con la liberación de los discriminados, sean estos mayorías o minorías.
No bastará decir “el hombre es el animal social”, porque otros animales también lo son. Será incompleto definirlo como fabricantes de objetos, poseedor de lenguaje, etc. En la doctrina Siloísta, el hombre es el ser histórico, cuyo modo de acción social, transforma a su propia naturaleza.
Reconociendo que todo ser humano se encuentra en situación y que esta situación se da en el mundo de lo natural (cuyo exponente más inmediato es el propio cuerpo), al par que en el mundo social; reconociendo las condiciones de opresión que algunos han establecido al apropiarse del todo social, se desprende una ética de la libertad; un compromiso querido de lucha no sólo contra las condiciones que me provocan dolor y sufrimiento, sino que le provocan a otros. Porque la opresión a cualquier ser humano, es también mi opresión. Su sufrimiento es el mío y mi lucha es contra el sufrimiento y aquello que lo provoca.
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