El unicornio raramente se deja ver por el ser humano, sólo puede tener el privilegio de contemplarlo aquel o aquella que tenga un corazón puro. Apostados en la maleza del tupido bosque, esperaremos sin prisas a que venga, de nuevo, la primavera, y nos dispondremos a aguardar largo rato.
Dejaremos en casa los coches, los móviles, las cámaras digitales, todos los artilugios del supuesto progreso (eso le espantaría), y volvamos a recobrar el estado natural de sentirnos libres en plena naturaleza, respirando el aroma a resina de los pinos. Elegiremos un lugar tranquilo, a ser posible, cerca de un manantial. Una leve brisa, el olor a rosas silvestres y esa especie de acorde que se produce cuando un destello dorado de sol atraviesa las espirales del cuerno, nos dirán que el invitado acaba de llegar. Se trata de un ejemplar joven, sin embargo, su aspecto revela ya una asombrosa madurez. Las crines al viento y los ojos profundos del color de la miel. Nuestro amigo parece reposar tranquilo sobre un lecho de salvia y amapolas. También sé que le gusta dormir arropado por las raíces de los árboles.
El unicornio es noble y orgulloso, a menudo camina solo. Precede a su llegada un aura, una luz especial, atenuada y leve, como la de los atardeceres. Simboliza la fuerza del espíritu, la ternura, la creatividad y la inocencia. Su belleza irradia de dentro afuera y su presencia nunca pasa desapercibida. Los hombres sabios la celebran como un buen presagio. Recordemos a Emerson en su canto al unicornio: "Soy dueño de la esfera, del año solar y de las siete estrellas, de la mente de Platón y de la mano de César, del corazón de Cristo y del genio de Shakespeare..."
Algunos seres humanos, como los unicornios, sienten la nostalgia del infinito, el vértigo de caminar sobre el filo de la navaja. Igual que ellos, son ignorantes del peligro, no temen a nadie, y salen a celebrar el esplendor en la hierba, el calor fulgurante del sol, la gloria en la flor...Estos seres mágicos, hombre o mujeres unicornios, iluminan el mundo, y nadie ni nada, les puede empañar el resplandor. Si algún mediocre tiene la osadía de intentar ensuciar o atrapar su nítida imagen, el unicornio desaparecerá, se esfumará entre los cedros, como un suspiro.Tengo un amigo del alma que es un unicornio. A él está dedicado este escrito. Porque ahora está triste, nos ha abandonado el sol, no deja de llover y el cielo está siempre cubierto. Es para que vuelva a aparecer pronto, para que me ilumine, nos ilumine, de nuevo, con la luz de su espléndida inocencia, con la belleza de su noble rebeldía.
Porque, como decía el gran poeta John Keats, "Belleza es verdad, y verdad es belleza"- eso es todo lo que nos es dado conocer y lo que debemos saber en esta tierra
Pilar Fernandez
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