19 marzo 2007

HOMENAJE A GALILEO GALILEI


Piazza di Santa Croce, Florencia,
en ocasión del primer congreso de la Internacional
Humanista,
7 de enero de 1989


Este es el texto de la abjuración arrancada a Galileo,
bajo amenaza de tortura, el 22 de Junio de 1633 por
el Tribunal de la Inquisición.
Galileo abjuró para no sufrir la suerte de Giordano
Bruno, conducido a la hoguera con una estaca en la
boca para que no hablase, y quemado en Campo de
Fiori en Roma, un día de invierno del año 1600.
Giordano Bruno, el que había proclamado la
infinitud del hombre y del universo, la existencia de
innumerables mundos...
Sólo después de tres siglos los "descendientes" de
aquellos que habían obligado a Galileo a abjurar,
admitieron su error a regañadientes. Giordano
Bruno aún espera que se haga justicia...
A pesar de todo, ni la tortura ni la hoguera han
impedido que hombres y mujeres valientes
empuñaran el telescopio y lo apuntaran no sólo
hacia las estrellas sino también contra aquellos que
los oprimían y los explotaban.
Pero éstos, los poderosos de la tierra, han
comprendido rápidamente que la Nueva Ciencia
podía ser utilizada para alimentar su avidez y para
ampliar sus privilegios. Así han producido "una
progenie de gnomos con inventiva" —como los
llama Bertold Brecht— dispuestos a vender su
ciencia para cualquier finalidad y a cualquier precio.
Estos gnomos inteligentes y ciegos han tratado por
todos los medios posibles de doblegar la naturaleza
a la voluntad de poder de sus patrones, y han
cubierto la tierra con máquinas de muerte.
Otros han utilizado el propio ingenio para inventar
nuevos medios a fin de manipular, acallar,
adormentar la conciencia de los pueblos. Medios
éstos más sofisticados y "limpios" pero no menos
dolorosos e inhumanos que la estaca en la boca de
Giordano Bruno.
Ciertamente sabemos que tantos otros hombres y
mujeres han utilizado la Nueva Ciencia para aliviar
la fatiga y el hambre, el dolor y el sufrimiento de la
Humanidad, para arrancar la mordaza de la boca de
los oprimidos, para darles voz y darles confianza.
Pero también sabemos que hoy, mientras el segundo
milenio de Occidente se curva hacia el ocaso, la
sobrevivencia de toda la especie humana está
amenazada y sobre la Tierra, nuestra casa común, se
cierne la pesadilla de la catástrofe ecológica.
Es por ello que nosotros, Humanistas llegados desde
todos los rincones de la Tierra, pedimos aquí, frente
al edificio que guarda la tumba de Galileo, pedimos
a todos lo científicos de la Tierra que finalmente la
Ciencia se utilice para exclusivo beneficio de la
Humanidad.
Con la voz que se quitó a Giordano Bruno y, como
a él, a millones de oprimidos, con esa voz que hoy
resuena en esta plaza, lanzamos este llamado: que
en todas la universidades, en todos los institutos de
investigación, se instituya un juramento, un voto
solemne —análogo al de los médicos creado por
Hipócrates en los albores de Occidente— de utilizar
la Ciencia sólo y exclusivamente para vencer el
dolor y el sufrimiento, para humanizar la Tierra.

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